Revolución de Mayo; mito o verdad

 

“La ocurrencia culminadas el 25 de mayo de 1810” —dirá Liborio Justo—, no tuvo como fin alcanzar la independencia de la España de los borbones, sino de la España caída en manos de Napoleón,  preservando estas colonias del rey español cautivo del emperador francés para cuando volviera a hacerse cargo.”  

Este artículo  fue escrito en 2010, no para celebrar, sino para pensar sobre la realidad y hechos de aquel entonces, si es que  aún  merecen que nos  detengamos en ellos para reflexionar no solo sobre nuestro pasado, sino también sobre el presente. 

 

Hace doscientos años que se repite la gran puesta en escena  que implementa el gobierno de turno ya sea en el plano nacional como provincial o municipal, e incluso en el reducido espacio de la institución escolar. Fin patriótico, cultural, popular y sin lugar a duda político.  Pero fuera de la retórica  estéril,  vale la pena preguntarse que pasaba con los individuos que componían diferentes tramados sociales de ese territorio que luchaba por ser independiente; que papel les tocó  en dicho proceso “revolucionario”, o acaso fueron una ínfima minoría sus ejecutores.

Si algún grupo supo ver con claridad meridiana el futuro para iniciar una movida tendiente a la fractura del vínculo con España, y la construcción de un nuevo poder en manos criollas que rompa con el monopolio de la metrópoli, no fue precisamente el reunido en la jabonería de Vieytes, sino aquellos nucleados en el British Commercial Room (algo así como la Cámara de Comercio Británica de Buenos Aires).

No será casual entonces que la primera junta formada una vez obtenida la renuncia del virrey, y que paradójicamente fuera presidida por el propio Cisneros acompañado por Castelli y Saavedra, con aprobación de estos;  resultara revocada el mismo día 24 de mayo (en la noche)  por la presión de un sector que no se avenía a lo resuelto, y de ciertos abogados vinculados a intereses comerciales extranjeros (libre comercio a favor de Inglaterra) que Cisneros  había amenazado con expulsar.

Entonces la Junta del 25 de mayo ¿no viene a resultar la segunda? La idea de esta revolución según fuera manipulada por corrientes historiográficas liberales, conservadoras o de izquierda, fue incorporando con el tiempo un caudal de estuco que entorpeció su comprensión.

Observación de un emisario del reino de Suecia

Resulta oportuno recordar el juicio de un extranjero de nacionalidad sueco contemporáneo a los sucesos de los que estamos hablando. Se trata del capitán Johan Adam Granner, que nos visitó en 1816 y 1819 como emisario del príncipe real Juan Bautista Bernadotte  luego  Rey de Suecia, 

 “No puedo dejar de reconocer —escribirá— que una estancia prolongada en el país y un reconocimiento más íntimo de la verdadera situación, me han hecho rectificar ciertos juicios que al principio, guiaron mi opinión sobre el verdadero espíritu y origen de la Revolución [de Mayo]. Ella no fue nunca, como creí en un principio, una sublevación general  provocada por la amargura y la efervescencia producida en los ánimos contra una opresión soportada y odiada desde mucho tiempo atrás; tampoco una manifestación de amor a la patria, a sus leyes y a su independencia, porque estos conceptos son [por aquellos tiempo] todavía muy nuevos en la América del Sud para hallarse generalizados”

“La ambición, la rivalidad y la envidia contra los funcionarios españoles y en general contra todos los chapetones, de parte de muchas de las más importantes y poderosas familias criollas, han sido, por lo común, el origen de todos estos cambios, los cuales ahora han tomado un aspecto sistemático (sic).”  

 

Algunos datos interesantes 

Un trabajo efectuado por el historiador e investigador Roberto H. Marfany a mediados del siglo pasado daría cuenta que:

  • “El pueblo” del que se habla de esos días como partícipes de los acontecimientos, no pasarían de 600 individuos; y la población de Buenos Aires y sus suburbios según un censo de marzo de ese mismo año arrojaba el número de 60.000 habitantes.
  • Según estudio estadístico con documentos de la época; la venta de artículos de primer necesidad como pan, verduras, fruta, carne, pescado, aves, etc., que concentraba su actividad en los puestos sitos en la Recova, divisoria entre el Cabildo y la Plaza Mayor, no habrían sufrido mayores alteraciones que indiquen influencia de movimiento popular.
  • La entrada diaria de ganado vacuno durante esos días a los corrales del norte (Recoleta), sur  (Alto de Santo Domingo) y oeste (Miserere), no reflejaron irregularidades. Los habitantes de la  ciudad realizaron sus actividades normalmente y sin dificultades.

Realidad o ideología 

Las revoluciones no son sucesos de un día o semana, y menos  incruentos. En mayo se iniciaba un camino; pero el paso decisivo recién será dado en julio de 1816. El camino sin retorno será lento y tortuoso; corrupción, traiciones, crímenes; se confundirán con abnegación, entrega, sacrificios. Dependerá quien  o quienes escriban esta historia, para efectuar una interpretación maniquea que no nos hemos podido sacudir hasta el día de hoy.      

Siguiendo a Néstor García Canclini  en su ensayo que trata sobre la “teatralización de la vida cotidiana y el poder en la modernidad”, vemos que en medio de la secularización que hizo descender la cuestión social del cielo a la tierra, y los ritos sagrados al debate cotidiano; el patrimonio cultural pareciera ser el más resistente  a este proceso.

Acaso como afirma el mismo autor, este pretende ser el reflejo fiel de la esencia nacional, y los políticos y sacerdotes, los principales vicarios que se disputan la organización de las principales actuaciones dramáticas, masivas y conmemorativas (fiestas cívicas y religiosas, aniversarios patrióticos y sobre todo restauraciones).

 “…toda política está hecha, en parte, con recursos teatrales: la inauguración de lo que no se sabe si va a tener presupuesto para funcionar, las promesas de lo que no puede cumplirse, el reconocimiento público de los derechos que se negarán en privado.”

Solo resta saber cuando dejaran de llamarnos pueblo para  seducirnos y engañarnos;  público para manipularnos. Talvez ya sea hora de que asumamos el rol de ciudadanos, no solo para demandar, sino también para hacernos cargo. Después de doscientos años, no se ve muy claro que hallamos tomado en serio este compromiso.

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