En 16 de agosto de 1885 el Juez de Paz de Dolores recibe carta de uno de sus alcaldes fechada en la estancia El Tala. En la misma se le solicita permiso para trasladar y sepultar en Maipú, el cadáver del puestero José Ramos, fallecido en esos días. El alcalde se excusaba de no mandar certificado médico, porque, según entendía, el informe verbal de la “médica del pabilo” y testigos que habían visto con vida al finado, confirmaban que había muerto de muerte natural (sic) después de seis meses de estar tísico en último grado. Es decir, tuberculoso, enfermedad aun poco desconocida por ese entonces.